domingo, 21 de abril de 2013

Postergando el Vuelo


Rumbo al ocaso una doncella, un prado florido su vista impresionó y mientras admiraba su belleza, un caballero andante su paso interceptó.
Le habló del amor, del brillo de la luna, de la magia de la lluvia y también del misterio que encierra el canto del ruiseñor y rodeándola con un manto de sueños  su atención atrapó.
¡Qué interesante!  Ella se decía: “Señor, que ocasión tan particular  tu benevolencia me reservó” y envolviéndose en su magia a su lado caminó.
Junto a él  miraba como el río viajaba entre las piedras, también pudo observar la estela de luz dejada por las luciérnagas en medio de la noche o la maravilla de un amanecer entre besos, igual logró presenciar la danza de las mariposas de flor en flor.
Pasaban los días y en su rostro una sutil sonrisa mostraba.
Compartieron juntos campos soleados  como también nublados senderos, que a sus corazones sin duda enriquecieron.
“Sueña mi linda sueña “, con frecuencia le decía, que Dios tus deseos complacerá”.
Así se daban cita cada atardecer, sin exigencias, sin rejas para atrapar, ni muros para limitar, hasta que un día  la doncella vio a su amado alejarse y observándolo a la distancia pudo notar  que de sus brazos dos alas brotaban y al volver a su lado logró constatar, que él no era un simple mortal, sino un ser que algún  mago, de humano había disfrazado y que por su sendero debía atravesar ; en aquel instante ella sorprendida y con gran admiración, profetizó al caballero de su corazón y mirándolo a los ojos estas palabras pronunció:”cuánto me has impresionado con tu presencia de hoy  amado mío, eres un águila blanca con portentosas alas que te han de elevar  por senderos de luz, por rutas de fantasía donde no te puedo acompañar, pero muy feliz me harías de saberte remontando el vuelo,  alto, muy alto, cerca de las estrellas y que desde aquí tu brillo me permitas admirar; él guardó silencio y por  respuesta, abrió sus alas encerrándola con un cálido abrazo que a la dama estremeció.
Así continuaron encontrándose algunas veces más y cuando las circunstancias lo impedían con un lucero o alguna cigarra su mensaje lograba enviar.
Al pasar de algún tiempo, el caballero se empezó a ausentar y la dama ya sabía que su retiro estaba por llegar, pero al momento de  despedirse vio  que una de sus alas sangraba y caminaba con pesar, entonces ella lo miró con tristeza, pues supo que su viaje por el infinito debía retrasar y con un dejo de congoja lo dejó marchar. Ahora la dama al cielo eleva una plegaria y a su Creador se dirige así:
“Señor sana sus alas para que pueda su vuelo realizar, mantén su corazón libre de las miserias que le han de asechar, permite que su magia a su espíritu pueda resguardar”.
Y desde entonces, allí a la vera del camino se ve a la doncella transitar, con flores en los cabellos y una sonrisa particular, también lleva en su mano un cordel dorado con  sueños atados que espera para echarlos a volar, en el  corazón por compañía solo lleva su paz y en su ser un aprendizaje más. 

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