sábado, 2 de noviembre de 2013

la mariposa y el capullo


           Recorriendo los valles de mi pueblo pude observar a una mariposa de frágiles alas y vistosos colores, danzando entre los arbustos, recolectando matices para colorear atardeceres de sombra, a quienes la penumbra se los ha robado o para adornar la estancia donde cultiva sus propios sueños y la esperanza se anida, mientras la noche tiende su manto de estrellas, estrellas que pueden estar ocultas entre las nubes o espléndidamente visibles. En ocasiones ella voló y se posó sobre los pétalos de un capullo, para platicar de la luna llena, del sol al amanecer o del sonido de la lluvia, a la vez él le brindaba sus colores para retocar sus alas, en otras la impulsaba para que pudiera volar, le ofreció aliento para respirar el aroma tenue de la primavera, también en algún momento abrió sus pétalos y la dejó entrar para que libara su néctar y su sed calmara, igual compartían sus experiencias por otros caminos y sus vivencias particulares, hasta que un atardecer, tomados de las manos se mezclaron con la briza del prado verde donde un día se encontraron, dejando que con una sutil fragancia un pacto de amor, allí quedara. El tiempo ha pasado y ahora se miran en lontananza con miles de preguntas en su ser, haciendo un giro de vez en cuando se observan de soslayo, manteniendo el brillo como los luceros que en la distancia en el firmamento se pueden ver. Ella es mariposa y su vuelo tan alto no puede sostener, él es capullo y su naturaleza muchos procesos tendrá que resolver, por lo que sin romper su alianza cada uno su paso en paz ha de mantener.

          Cuán difícil o incompresible la vida puede ser, sin embargo cuan hermosa la podemos percibir cuando descubrimos que formamos parte de un complejo pero maravilloso universo que Dios ha creado, dándonos la oportunidad de disfrutar cada momento, tan intenso como efímero, y que incluso puede ser tan eterno, cuando descubrimos que podemos conservarnos conectados en el espíritu con esos hilos de plata indestructibles , que hacen del amor un muro inmenso e infranqueable , para resguardar nuestro ser de las pequeñeces de este mundo terrenal impidiendo que éstas puedan penetrar aquello que se eleva con su esencia hasta lo sublime.