Cuentan que en cierta ocasión, frente a una huerta
un caballero pasó y aunque absorto en sus pensamientos, de pronto se encontró
con los ojos de una dama que allí sentada contemplaba el atardecer; ambas
miradas se cruzaron y una chispa de luz se encendió, para iluminar el escenario
de dos almas que buscaban la platea para actuar en la obra que les pedía el
corazón. Fue así como aquel hombre se vistió de jardinero pues como a una flor
a la dama percibió, y ella a su propuesta, no se resistió, por lo que ambos
aceptaron vivir la experiencia, que para ellos la vida les ofreció y sin más
preámbulos, el telón sencillamente se levantó, dando inicio a la presentación,
donde no habían espectadores, ni tampoco un director, solo un jardinero y una
flor. La interpretación era tan buena que los personajes se fusionaron con su
actuación hasta perder la noción del tiempo y espacio que tenían para la
ejecución; y cómo no envolverse en esa magia si aquel actor puso tanto esmero,
que la dama se olvidó de la escena y en planta se convirtió, para aceptar las
atenciones que su cuidador le brindaba, mientras ella le regalaba el aroma que de
sus pétalos brotaban, aunque ella sabía que un día el telón bajaría y el final
de la obra marcaría la brecha entre la realidad y la fantasía, no se resistió a
vivir la ilusión que su ser envolvía.
Llegó el momento en que el caballero su camino
debía seguir pero no le resultaba fácil concluir su actuación y solo se le
ocurrió decir: “ser jardinero es una labor maravillosa y sin duda es usted mi
bella dama una hermosa flor que merece especial atención, pero la verdad es que
yo… yo jardinero no soy” y terminando de decir estas palabras, se desprendió
del traje que usó en su actuación, y con un dejo de tristeza le dio un beso a
la flor para que ella también pudiera retomar su condición. Se apagaron las
luces que señalaban el final de la obra, mientras los bastidores cubrían el
ambiente donde se presentó una función, una función para soñadores, que
creyeron en el embrujo del amor y el poder de la imaginación.
Ha pasado el tiempo y aun él no sabe si en verdad
no es jardinero y ella si ha dejado de ser una flor.
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